Alimentación consciente en Navidad

La Navidad es la época por excelencia en la que nos reunimos con la familia. En ocasiones son personas a las que no tenemos cerca durante el año, lo que hace que atesoremos momentos cargados de amor y cariño. Pero en estas fechas eso no es lo único que reina en los hogares. Las comidas copiosas y las bebidas calóricas son algunas de las grandes protagonistas, y de la mano van la culpa y el arrepentimiento

Aprender a disfrutar sin culpa es el verdadero camino del éxito. El objetivo es conseguir una alimentación consciente y satisfactoria.

A menudo, el arma que solemos utilizar es la de evitar la mayoría de los eventos posibles, como son las cenas de empresa, con cada grupo de amigos, etc., pero esto no hace que sepamos trabajar lo que nos ocurre, solo evita tener delante el estímulo que creemos que produce la sensación negativa. Nada más lejos de la realidad. El problema no es la comida, es la relación que tengamos con ésta. 

Si bien es cierto que los días señalados la comida es abundante y calórica, también lo es que, a excepción de éstos, el resto de la Navidad podemos comer de forma moderada y sana, y muchas veces nos excusamos creyendo que no hay manera de controlarnos, lo que nos da libertad para evadirnos de la responsabilidad del resultado al final de estas fechas. 

Una de las enseñanzas fundamentales para conseguir el objetivo es saber diferenciar entre hambre y apetito. El comer en sí tiene un importante componente emocional. El hambre es una necesidad fisiológica de alimentarse, y cubrirla es de vital importancia para sustentar al cuerpo con los nutrientes que necesita. El apetito, en cambio, está relacionado con el deseo de comer por puro placer.

Tener hambre una hora después de haber comido no es normal, y si por algún motivo se activan las ganas de comer, es más viable que nos fijemos en qué emoción estamos sintiendo en ese momento (inquietud, aburrimiento, tristeza…), que no cuestionarnos nada y lanzarnos directos a la nevera.

Los alimentos que queremos cuando se nos despierta el apetito suelen ser procesados, con bastante azúcar, y que estimulan la parte del cerebro que está asociada a la recompensa. Un buen ejemplo sería cuando pasamos por delante de una pastelería y nos entran ganas de comer algo que nos encanta, ¿por qué así de repente?, porque nuestro cerebro nos recuerda el placer que nos produce comernos lo que estamos visualizando y eso nos provoca intensas ganas de llevárnoslo a la boca, cuando en realidad no es por necesidad alimenticia, sino por un anclaje emocional placentero. Cabe añadir que el placer, es momentáneo, porque con frecuencia al acabarnos lo que al principio nos parecía una necesidad, nuestra emoción es otra, y el discurso interno puede ser fácilmente; “no sé porqué he comido esto”, “me tenía que haber contenido”, “otra vez he vuelto a romper el plan nutricional que tenía”, “he comido con ansia y ahora no me encuentro bien”. 

El ser humano es cortoplacista por naturaleza, pero eso no quiere decir que no podamos reeducar nuestros impulsos.

A continuación os dejo algunos tips que os pueden ser útiles estas Navidades para controlar los desajustes de estas fechas. 

  1. Márcate objetivos realistas. Si estás en un proceso de pérdida de peso y crees que las fiestas van a ser un motivo de desorganización alimenticia, ponte como reto mantenerte en el peso actual y no subir. Puedes seguir perdiendo después de forma consciente y sana. 
  2. Busca el equilibrio en las comidas del mismo día. Intenta comer cantidades acordes a las que sueles consumir un día normal. No intentes compensar todos los días que tengas una comida copiosa con falta de ingesta posterior. El cuerpo no funciona así, y mucho menos si la decisión la tomas bajo la presión de la culpa.
  3. Bebe agua aunque también haya bebidas calóricas. No se trata de rigidez, es importante ser flexible y buscar el equilibrio. Puedes disfrutar de un buen vino o licor, pero preferiblemente desde la conciencia y el disfrute, y no desde la ansiedad.
  4. Sé consciente durante las comidas. Tomate uno o varios momentos durante las comidas para llevar la atención a tu cuerpo, a lo que estás sintiendo en ese momento y cómo estás llevando la situación. Haz 3 respiraciones conscientes y pregúntate de vez en cuando si realmente tienes hambre o si estás comiendo emocionalmente. 
  5. Construye momentos placenteros que no estén relacionados con la comida. Da un paseo por el campo, mantén una conversación agradable, haz ejercicio físico… Se trata de que no todo el placer de estas fechas esté asociado al hecho de comer, para poder disfrutar de esto igual que de lo demás. 
  6. Escucha a tu cuerpo. Si en algún momento te ves comiendo de forma descontrolada y con ansiedad, ¡pausa! Pregúntate: ¿Cómo me quiero sentir aquí y ahora? ¿Este alimento me va a hacer sentir como realmente quiero? ¿Cómo se va a sentir mi cuerpo después de la ingesta? ¿De que manera podría sentirme como necesito en este momento? 

Recuerda: No hay que darle al cuerpo todo lo que pida, sino todo lo que necesita.

Dicho esto, a disfrutar de la comida y los seres queridos. ¡Feliz Navidad! 

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